La espera
Mariluz Chacón
Los periquitos riegan el césped del parque. Los pájaros juguetean alrededor, y levantan el vuelo cuando el agua se
acerca, para no empaparse las alas.
Algunas gotas escapan de su recorrido y mojan el camino de
albero, el que lleva a la fuente grande.
Allí está la mujer, como cada día del verano, sentada en el
banco de piedra gris. Nadie sabe de dónde viene, solo que cada año, en la misma
fecha, aparece; arrastra una maleta azul, vieja, con las ruedas gastadas. Lleva
un vestido rojo, con una flor blanca, prendida en la solapa.
Siempre la miro al pasar a su lado, y espero que responda a
mis ojos; nunca lo hace, no aparta la vista del camino.
Cuando llega a principios de julio, y la veo por primera
vez, tiene una sonrisa en la cara, como una niña feliz que espera un regalo. Hoy
está triste, solo faltan algunos días para el otoño. La veo levantarse, y
arrastrar la maleta sin ganas. Se marcha.
Ha vuelto a dejar una carta sin doblar, y sin sobre, con
fecha de su llegada encima del banco. La primera vez que la vi, corrí tras ella
para devolvérsela, y con una sonrisa me pidió que la dejara allí; solo dijo:
“Es para él, vendrá”. La llevé a su lugar, y deposité una piedra encima para que
no la volara el viento.
Hoy también he vuelto a poner la piedra sobre el papel, y
casi sin querer, con vergüenza, aunque sin poder remediarlo, he vuelto a leer la
nota:
“Te esperaré también el próximo verano, aquí
en la fuente grande, donde nos vimos por primera vez”. Y por firma, un corazón,
cada año más tembloroso.
Nadie, ni siquiera los niños, que juegan alrededor de la fuente, se atreven a tocar la carta; tan solo
la lluvia, cuando llega, se decide a deshacer la tinta impresa sobre él, y por
cosas del destino, el corazón siempre queda intacto.
Muy hermoso. Me ha sorprendido y me encanta. Mucha suerte, Mariluz.
ResponderEliminarGracias Maria José, me alegro que te haya gustado.
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